lunes, 9 de marzo de 2009

Gran Pantalla (II)


The Wrestler

Poca gente como Mickey Rourke sabe de una manera tan certera qué es lo que pasa cuando tras ser encumbrado, un día se apagan los flashes y los focos. Quizá por esto, The Wrestler posea una honestidad tan atípicamente brutal.

El film nos acerca a una ex-estrella de la lucha libre (Rourke) que sobrevive entre cuadrilateros de tercera, el anelo por recuperar a su hija abandonada (Evan Rachel Wood) y el amor hacía una bailarina de Streaptease, encarnada de manera soberbia por la siempre maravillosa Marisa Tomei. Pero desde luego, si hay un nombre propio en la cinta que brilla por sí solo es el del actor de 9 semanas y media, en el que quizá sea el mejor papel de su carrera. A pesar de su monstruosa anatomía, o quizá utilizándola como aliada como si de un Frankenstein moderno se tratara, Randy "The Ram" nos conmueve y nos da una lección cada vez que encaja un nuevo golpe lanzado de manera furiosa por la propia existencia.

Darren Aronofsky parece reinventar con éxito la historía del boxeador acabado. De este modo, el director de Requiem por un sueño esta vez deja a un lado ciertos excesos visuales que le acompañaron en el pasado para contar una historia de perdedores que cabalga de manera magistral entre la sordidez y la ternura.






Vals con Bashir

Alabada por crítica y público allá donde ha sido presentada llega a nuestras pantallas Vals con Bashir. Una película coproducida por Israel, Francia y Alemania y que, de manera muy acertada, se ha dado en llamar de animación documental. Y es que a través de una animación altamente estilizada, el documentalista Ari Folman, nos traslada a las matanzas que tuvieron lugar en los campos de Sabra y Chatila, durante la Guerra del Líbano de 1982.

Folman, en esta su primera incursión en el mundo de la animación, efectúa una brillante y sobrecogedora reflexión sobre la reacción de la memoria humana ante el horror y más aún sobre el sinsentido de la guerra, otorgando a las imagenes de su film un sentido poético que nos atrapa tanto como nos araña.

A través de las sombras de la condición humana y el hiriente naranja de las bengalas cayendo sobre el cielo de Beirut, Vals con Bashir, se erige además como refugio no sólo de la memoria indivual de su autor, sino sobretodo de la memoría colectiva, en un intento valiente por evitar que lo que pasó no caiga en el más cómodo de los olvidos.

1 comentario: